martes, 9 de julio de 2013

Invidente


9 de Noviembre de 2005
-Disculpe usted, aquí es tesorería?
-A dónde quiere ir específicamente, Señor?
-Necesito encontrar a una señorita, Ana, en tesorería para el estatus de unas placas.

Saliendo del banco, me dirigía a mi lugar de trabajo en Palacio Federal. En el centro a esa hora había mucho tráfico y personas por todos lados.

Me encontré con un personaje muy curioso que pedía mi ayuda para saber la localización de una oficina de gobierno.

-Necesita ayuda? Tome de mi brazo. Si gusta usted, le llevo.
-Qué amable es usted Señorita.

Caminamos hacia una oficina del lado de Washington. Preguntamos a un guardia si se encontraba Ana en ese edificio. No tuvimos mucha suerte porque ahí hay como 10 personas que se llaman así.

Tuvimos que concentrarnos en buscar del otro lado. Por 5 de mayo hay una entrada a la misma oficina pero donde no se hacen los mismos trámites.

-Cómo se llama usted?
-Sara Martínez, a sus órdenes. Y usted?
-Yo me llamo **** Shombor.

Shombor es un invidente desde hace 13 años. Ex comandante de policía de tránsito. Su postura erguida, cabello blanco canoso hacían imponente -a pesar de tod- su presencia. Su rompevientos azul hacía más feroz su "mirada" y resaltaban el color de sus ojos. Sus botas negras bien pulidas lo hacían ver como todo un caballero del Monterrey de antes.

-De dónde es su apellido?
-Mi padre era Alemán.
-Qué interesante señor Shombor.
-Es usted muy amable en acompañarme. Espero no interrumpirla de sus quehaceres. Usted también viene a hacer trámites?
-No, yo trabajo en un edificio por aquí cerca.

Por fin encontramos la oficina adecuada. Preguntó por los datos de un auto que iba a adquirir pronto. "Qué curioso", pensé yo. Un invidente que va a comprar una camioneta y viene a asegurarse el estado jurídico en el que se encuentra el automóvil.

-Qué guapa es usted, Sarita. Me da su teléfono?
-Cuando guste nos tomamos un café. Aquí lo tiene.

Apunté mi teléfono de la oficina donde trabajo en un papel que guardó cuidadosamente en su bolsa de la chamarra.

Le dejé en la esquina de Washington y Escobedo. Estaba por retomar mi camino, cuando una persona llamó mi atención preguntando si lo dejaría ahí.

Reí como una tonta. Lo acompañe todo ese tiempo y no le ayudaría a cruzar la calle. "Ay Sara".

Regresé y reí junto con Shombor sobre la situación.

-Por qué no me recordó Señor Shombor??

Juntos soltamos la carcajada. Se nos había olvidado su ceguera.
Cruzamos la calle. Me despedí amablemente con un apretón de manos firme. El besó el anverso de mi mano dándome las gracias.

Me alejé con la esperanza de que estaría bien. Ojalá algún día nos volvamos a escuchar.

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