Con apenas un atisbo de tu mirada, me congelan los ojos penetrantes y ondulados que posees. Ante el olor de tu perfume natural a niño agrandado a fuerza de golpes y vuelto hombre taciturno, no puedo evitar querer tomar tus fuertes manos y besarte hasta no poder respirar más.
Todos pasamos por esto: nos ahogamos en la copiosa fragancia de un ser que solo adquiere forma cuando pensamos en "él". ¿Cómo liberarse de la cadena inmoral que nos atrapa en la obsesión descomunal de poseer?
Contenida en tu pesar está la llave anhelada de nuestra salvación queriendo salir a mostrarnos que no hay tanto qué temer como lo piensas. Sería verdaderamente absurdo el aislamiento a base de recuerdos cuyo significado puede (y debe) ser redefinido para beneficio de todos.
Sombría tal cual árbol que a punto está de cambiar su follaje, mis otoños anuncian cambios y planes en los que no te incluyo más. Pasas con toda intención al callejón de mi pasado efímero del cual estuve profundamente enamorada y ansiosa de vivir a tu lado.
Umbrío por la pena, casi bruno
Porque la pena tizna cuando estalla
Donde yo no me hallo, no se halla
Hombre más apenado que ninguno.
Pena con pena y pena desayuno
Pena es mi paz y pena mi batalla
Perro que ni me deja ni se calla
Siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos, penas me oponen su corona.
Cardos, pernas me azuzan sus leopardos
Y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
Circundada de penas y de cardos
Cuánto penar para morirse uno.
-Miguel Hernández